Cuento "El reparto"
Íbamos juntos a la escuela y en cuarto grado nos tocó compartir el mismo banco. Tal vez entonces nos hicimos amigos, pero muy amigos. Amigos de compartir recreos hasta un ratito después de la campana, amigos de regalarnos figuritas de las que no se consiguen, amigos de defendernos en las malas y compartir carcajadas en las buenas.Jorge repartía diarios. Tenía que hacerlo para ayudar a un hogar donde una madre sola no alcanzaba para tantos gastos.
Jorge repartía diarios y en su itinerario de muchísimos pasos, llegaba hasta nuestra casa para dejarle el diario a mi papá.
Desde la esquina ensayaba su silbido fuerte y agudo. Yo entendía la señal y dejaba lo que estaba haciendo para esperarlo en la vereda. Desde allí y hacia adelante seguíamos juntos el reparto.
A veces nos contábamos cosas, tratábamos de explicarnos lo que ya sabían los mayores, a veces cantábamos, a veces conversábamos en silencio. De puerta en puerta, mientras el montoncito de diarios bajo su brazo izquierdo disminuía, aumentaba nuestra satisfacción de estar unidos haciendo lo mismo. La diferencia, sin embargo, era enorme. Para mí era una diversión, para él, su trabajo.
Detrás de la vía, al pasar la esquina de los Bellezi, yendo por la calle larga, nos recibía el verde rectángulo de la cancha, siempre con algún "partidito" encima.
Jorge era loco por el fútbol. Lo jugaba muy bien y por eso había cobrado fama en nuestra escuela después de aquel memorable gol que convirtiera en el último minuto en el arco de quinto grado, y que nos permitió ganar un partido en el que no depositábamos ni una pequeña esperanza.
Cuando llegábamos a la cancha le dábamos un descanso al reparto y nos sentábamos a un costado del terreno a ver a los otros jugar.
Todos los días se repetía la ceremonia del encuentro, y era el mismo silbido, el mismo camino, el mismo descanso.
En los ojos de Jorge se encendían dos brillitos de ganas cuando veía la pelota rondar los arcos con peligro de gol.
un día se lo dije:
-Siempre miramos de afuera. ¿Por qué no nos metemos a jugar?
Jorge no contestó. Sólo miró los diarios que restaban por repartir y sonrió. Su sonrisa no tenía nada de alegría.
Yo comprendí.
Comprendí que mi amigo no podía cambiar un cuadrado de noticia por un precioso cabezazo al ángulo. Comprendí que para algunos niños, jugar es una pérdida de tiempo, y comprendí que jamás iba a comprender por qué diablos muchos niños tienen que trabajar.
2 comentarios:
Seamos como los niños y entenderemos!
Muy lindo tu propésito. Un saludo de augurios.
Pase a saludarte deseandote buenos dias a venir y dejandote la frase de la semana...........
"Sorprenderse, extañarse es comenzar a entender"
-Ortega y Gasset-
Cariños
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